Seguro que en estos últimos años habéis oído hablar de las famosas “Soft Skills” o habilidades blandas. Nos hablan sobre la importancia de éstas en nuestro ámbito personal y profesional, aunque no las llamen por su nombre y, continuamente, nos las evalúan y las evaluamos sin darnos cuenta o sin ser conscientes de ello.
Sí, esas son las “Soft Skills”.
Los sistemas educativos tradicionales siempre se han basado en la acumulación de contenidos cuantificables y cognitivos. A estas habilidades concretas que adquieren los alumnos las llaman habilidades duras. Por otro lado, existen otras habilidades no cognitivas, sino personales, más subjetivas y por ello más difíciles de cuantificar o evaluar, y éstas son las habilidades blandas.
Estas habilidades suponen el modo en que las personas se comunican, socializan y se relacionan con ellas mismas y con su entorno cercano, por lo que son habilidades personales y emocionales y un elemento clave en la psicología. Las habilidades blandas han sido las grandes olvidadas en la educación reglada tradicional, tratándolas no de forma concreta, sino como un contenido transversal o un simple rasgo de personalidad en un individuo.
Algunos ejemplos de habilidades blandas o “Soft Skills” son la capacidad de adaptación, las relaciones sociales, la autorregulación, el trabajo en equipo, la iniciativa, la comunicación, la paciencia, la tolerancia a la frustración o la resolución de problemas.
Desde pequeños, nos preparan para que tengamos un futuro, que se basa en tener un trabajo que nos proporcione una vida más o menos cómoda, feliz y satisfactoria. Aprendemos unos conocimientos básicos y una cultura general en la educación primaria y, poco a poco, esos contenidos se van volviendo más específicos hasta convertirnos en profesionales en un terreno concreto.
Tenemos una obsesión por la adquisición de conocimientos y por la “titulitis”. -Y sí, eso está muy bien y tenemos profesionales altamente cualificados- pero, sin embargo, dejamos de lado todas las emociones, sentimientos y preocupaciones que nos acompañan durante toda esa etapa de aprendizaje. Sentimientos que, muchas veces, no sabemos gestionar o solucionar durante el transcurso de nuestra vida y que hacen que nos frustremos, nos enfademos o tiremos la toalla antes de tiempo.
Nos hemos olvidado de la importancia de sentirnos bien con la actividad que estamos realizando, de escuchar y ser escuchados, de compartir, de sentirnos confiados dentro de un grupo, de tener la confianza de expresarnos y equivocarnos... Nos olvidamos del aprendizaje significativo y nos olvidamos de que, para realizar cualquier acción, siempre tiene que haber detrás emoción y bienestar.
Necesitamos expresar nuestros sentimientos y preocupaciones en una sociedad en la que es difícil desconectar y reconectar con uno mismo y con las personas que nos rodean. El mundo actual, que cambia tan rápidamente, requiere desarrollar las habilidades blandas a temprana edad. El ser humano es cada vez más egoísta e individualista y, por ello, las habilidades blandas son tan preciadas.
Tanto a nivel personal, social o profesional, las soft skills son algo esencial que hay que trabajar a lo largo de nuestra vida. Cualquier actividad técnica que se lleve a cabo con estos aspectos personales es mejor y será llevada a cabo de manera más eficiente y sana.
Además, según un estudio de la Universidad de Harvard, el éxito personal y profesional de una persona requiere un 85% de habilidades blandas y un 15% de habilidades duras. Hay personas muy cualificadas, pero poco preparadas emocionalmente para afrontar la realidad, lo cual hace que no cumplan sus metas, que se frustren o que sean infelices y personas que han desarrollado habilidades blandas que, sin estudios académicos, pueden alcanzar muy buenos niveles en su vida personal y profesional.
Por suerte, en los últimos años, se está prestando atención al desarrollo de estas habilidades que permiten desarrollar los conocimientos y las actividades cognitivas básicas para la construcción de todos los demás aprendizajes. Así, algunos programas trabajan para educar adaptándose al ritmo y necesidades del alumnado y les dan las herramientas necesarias para crear en ellos la necesidad de seguir avanzando en un ambiente de tolerancia, seguridad y confianza.
Como espacio EDUCATIVO, el objetivo de Gorgoritos no es que los niños sean grandes genios de la música a temprana edad, sino que la música sea un medio para desarrollar todas estas habilidades que hemos descrito. A partir de esta premisa, el aprendizaje de la música viene de forma natural, la vivimos y disfrutamos activamente para después ponerle nombre a los diferentes elementos musicales que aprendemos. Es por ello que, en clase, tenemos muy presente todas estas actividades siempre con el fin de respetar el ritmo de aprendizaje de cada niño y niña:
Queremos ser ejemplo para todos nuestros peques y lo más importante para nosotras es crear un espacio educativo inclusivo, de respeto, confianza, escucha y pensamiento crítico, que nos haga crecer a todos y todas como personas y que ayude a crear una sociedad más sana, libre y tolerante, todo esto a través de nuestra disciplina, la MÚSICA.